El Crédito y la Pandemia
En el análisis del impacto económico de la pandemia es crucial el papel que juega el canal crediticio. El escenario de una economía sin crédito regresa a la humanidad a la Edad Media. Sabido es que los choques de expansión del crédito impulsan largos ciclos de auge económico así como los episodios de contracción crediticia generan extensos períodos de estancamiento y recesión.
La importancia del canal crediticio es tan alta que la política monetaria contemporánea gradúa el ciclo económico a través del abaratamiento o encarecimiento de los créditos con base en los movimientos bajistas y alcistas de la tasa de intervención de los bancos centrales.
En las épocas de vacas flacas el banco central reduce la tasa de interés de intervención para que el menor servicio de la deuda oxigene el flujo de caja de las empresas y de las familias. La reducción de las cuotas de amortización de los créditos libera recursos para que las familias aceleren sus gastos de consumo (principal componente del PIB desde el punto de vista de la demanda) y para que las empresas inviertan en proyectos que se vuelven financieramente viables con las tasas de interés más bajas.
Esta es la lógica que respalda la reciente decisión del Banco de la República de recortar la tasa de interés de intervención del 4.25% al 3.75%. También es la lógica que ha movido a los principales bancos centrales del mundo a reducir la tasa de interés de intervención hasta niveles cercanos al 0% en las economías más grandes del orbe. Por las razones anotadas, la difícil coyuntura por la que atraviesa el país exige un seguimiento riguroso sobre la evolución del saldo de cartera de la economía.
Según los reportes semanales del Banco de la República con base en información estadística transmitida por los establecimientos de crédito a la Superfinanciera, el saldo de la cartera bruta en moneda legal del sector financiero registró un crecimiento anual de 9.4% al 20 de marzo de 2020, cifra que muestra una pérdida de ritmo frente a la expansión del 12.6% que tuvo la cartera en el año 2019.
Dado que dicha pérdida de ritmo en parte obedece a un efecto estacional asociado al menor nivel de actividad económica en el inicio del año, resulta más conveniente analizar las cifras de crecimiento de la cartera en lo corrido del año, las cuales comienzan a mostrar un mejor desempeño de la cartera de consumo y de la cartera comercial respecto al segmento hipotecario y de microcrédito.
En efecto, en lo corrido del año el saldo de la cartera de consumo acusó un aumento del 2.7%, seguido por el crecimiento del 1.8% de la cartera comercial, del 1.3% en el crédito hipotecario y del 0.1% en el microcrédito. El saldo de la cartera de las cooperativas financiaras vigiladas por la Superfinanciera registró un crecimiento de 1.1%, bastante más lento que el correspondiente al crédito de consumo del sector financiero tradicional.
Aunque una golondrina no hace verano y no obstante que el corte del 20 de marzo puede parecer prematuro para evaluar los primeros efectos de la pandemia sobre el funcionamiento del canal crediticio, los resultados encierran cierta lógica. En lo que respecta al crédito de consumo, esta parecería ser la línea crediticia que mejor se defiende de la pandemia puesto que el consumo apalancado de las familias no se puede reducir más allá del mínimo vital. Además tiene sentido que algunas familias hayan aumentado su endeudamiento presente ante la previsible reducción de los ingresos del núcleo familiar asociado con la pandemia.
En lo que respecta a la cartera comercial, hace sentido que las empresas tomen crédito para solventar la disminución del flujo de caja futuro producto de la previsible reducción de las ventas. Si bien es cierto que los gastos variables se desploman conforme caen las ventas, es lógico financiar el gasto fijo en el marco de la política de proteger el empleo de los asalariados.
El crédito hipotecario se caracteriza por su elevada cuantía y porque compromete los ingresos de las familias en el largo plazo. Dado que en el escenario de pandemia las prioridades se focalizan en el corto plazo y en la satisfacción de las necesidades básicas, es racional aplazar las decisiones de endeudamiento que comprometen el ingreso permanente de las familias.
En lo que tiene que ver con el microcrédito, ese crecimiento del 0.1% del saldo en lo corrido del año muestra un mercado ralentizado por factores de oferta y demanda. Sabido es que los independientes devengan ingresos fluctuantes altamente dependientes de actividades industriales y comerciales en los centros urbanos cuyos habitantes están hoy confinados en sus casas. Por otra parte, la excesivamente alta tasa de informalidad de la economía colombiana desafortunadamente también impacta la percepción de riesgo del microcrédito en la coyuntura presente.
En posteriores ediciones haremos referencia al comportamiento de la cartera con énfasis en el crédito de consumo, pues esta línea concentra el 82% de las operaciones de crédito que realizan las cooperativas. Por lo pronto baste señalar que la elevada especialización de las cooperativas en el financiamiento del consumo de las familias colombianas y la falta de conexidad de su modelo de negocio con los descalabros de las bolsas de valores y de los mercados de capitales donde prima la lógica del ánimo de lucro, dota a las cooperativas de una grasa de resistencia de la que carece la sociedad anónima tradicional.